martes, 18 de enero de 2011

Bustapena



Por las noches me abandono, me dejo ir a ese lugar. Respiro profundamente, intento capturar el aire frio de las montañas. Busco serpenteante el valle, el horizonte con su puesta de sol. Y el cielo cubierto de estrellas, vestido de gala, para mí (no, nunca vi nunca un cielo mejor). Es como si todas las estrellas parecieran estar de acuerdo en mí y en ese lugar.
Bajo el hórreo termino la última página de mi libro, paz. Ese lugar es mi paz: a veces me pregunto si ese es mi lugar en el mundo, si es ese el tan anhelado sitio que efectivamente me corresponde. Y sueño con despertar y ver la Belleza, otra vez. Pienso como lucirá la nieve arropando los tejados de las casas más lejanas, imagino los riachuelos helados y la leña húmeda junto a la estufa. Sueño con que la primavera me regala días de luz para reparar las grietas de los muros: barniz para el hórreo, andamios hasta el tejado, lo que sea necesario para poner en su sitito las viejas cubiertas de pizarra. Todo listo para pasar mil inviernos.
Y abro los ojos: soy prado, monte, cielo, aire fresco que me resucita: No estoy sola.